Esta historia que os voy a contar tiene algo interesante, ya que
sucedieron una serie de cosas que llevan a una persona a plantearse cosas de su
vida.
Una vez en un museo se realizó una jornada de puertas abiertas, donde
se presentaban una serie de cuadros de diferentes autores. Para llevar a cabo
este acto, se requería de seguridad privada que velasen por los cuadros, por lo
que se hicieron entrevistas para contratar a diferentes vigilantes, dos por
planta.
Tomás, un vigilante reprimido se presentó a estas entrevistas hasta
que consiguió ser elegido y destinado a la tercera planta del museo. A él le
tocaron unos cuadros antiguos típicos, que le gustarían a cualquier madre de
los años cuarenta. Uno en especial le llamó la atención, se acercó hasta que
dijo ¡este cuadro lo tengo yo en mi casa! Y rápido disimuló como si no hubiese
dicho nada, pues un plan se le había ocurrido.
Al día siguiente le tocaba abrir, y apareció con el cuadro que tenía
en su casa para darle el cambiazo a el que estaba en el museo. Tras largas
argucias consiguió cambiarlo, pero la gente rápidamente se dio cuenta y los
expertos dijeron que algo pasaba y querían analizarlo.
Tras el análisis, decidieron desmontarlo con la sorpresa que detrás
del cuadro aparecieron cantidades ingentes de dinero, más de lo que valía el
cuadro, y una dirección de la casa de Tomás, pues el cuadro era de su madre y
lo iba a enviar al extranjero pues tenía ahí todos sus ahorros.
La policía acudió a su casa, y él fue detenido por robo y manipulación
a parte de perder los ahorros de su madre y su vergüenza.
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